Ilustración de Lucas García
Testimonio de Stayfree facilitado por Gabriela Mesones Rojo
"Maybe there's a chance for me to go back
Now that I have some direction
It sure would be nice to be back at home
Where there's love and affection
And just maybe I can convince time to slow up
Giving me enough time in my life to grow up
Time be my friend
Let me start again"
Home (Pose)
Hola, me llamo Stayfree y soy un adicto en recuperación.
También soy un artista, bailarín, actor, cantante, escritor, pintor, modelo, performer. La danza siempre ha sido mi ente de conexión con la vida. Fui el primer host gay de un programa nacional en Venezuela, Noche de Perros; Top Model Miss Simpatía 1994 en el concurso de Luis Eviand; la portada más vendida de la revista Urbe, La Caracas Travesti (1996); fui imagen de Flamingo y Acero, me fotografió Fran Beaufrand, he sido la maja vestida y la maja desnuda. Me identifico como un hombre homosexual genérico y con estado mental trifásico. Me gusta usar Versace, franelas japonesas y chivas de las drags. He sido hijo, amante, alma de la fiesta y personaje de la calle. Mi primer contacto con el público fue a los tres años, cuando mi madrina me montó la canción de Popeye de Enrique y Ana en una tarima del barrio La Cruz. A mí me gustó. Y no puedo decir que el escenario es una droga, pero igual, de niño me fascinaba el aplauso: ver a la gente recibirlo y aprender a ganármelo.
Cuando pienso en mi historia pienso en el aplauso, una vida con y sin él.
Ya he estado en la situación en la que otras personas han contado mi historia a pesar de que nunca han podido verme realmente como soy. De más está decir que eso no ha terminado bien. Esta vez quiero usar mis palabras y mis herramientas para buscar una motivación verdadera y sustentante de mi situación actual. Quiero hablar acerca de Stayfree el artista, la persona que soy, la gente que me ha hecho daño y la gente que he querido. También quiero hablar para no caer en depresión.
Nací en Semana Santa y creo que lo más poderoso de mi infancia fue entender que eso hacía que mi vida se haya convertido en algo especial: la cercanía con Jesús y el hecho de que eso nos hace familia. Si mi vida tuviera tres actos, sabría reconocerlos a la perfección: convertirme en Stayfree, conocer a Swen Kählert y conocer la cocaína, y dejar las drogas. Esas fueron mis tres fases.
Si hay una persona a quien siempre quiero recordar de mi vida en los noventa es Marcos Sandrea, mi ídolo queer de Caricuao. Él no vivió esa época de merengue metido en una fiesta de boomers. En Caracas ya había lugares totalmente establecidos. Acá vimos a Freddy Mercury en La Lechuga y en el Ice Palace, el espacio queer con mejor sonido de América Latina y con el bouncer más emblemático, el gordo Antonio que hacía las veces de Caronte: “Guau, guau, perro bravo, acá solo entra gente divina”. Marcos Sandrea era una de esas personas divinas. Era performer y fotógrafo, y estaba todas las semanas en un museo, en una galería, en una fiesta, en una presentación. Se hizo famoso por un performance en el que se metió un tenedor por el culo.También hizo drag. En el 98 Marcos se fue a París y ya era un fotógrafo espectacular. Parece que tuvo un romance con John Galiano, hizo portafolio y volvió a Venezuela. En el 2008 fue a buscar drogas en Pinto Salinas y le metieron ocho tiros en la cara. Me duele que lo hayan olvidado. Era mi amigo. Fue mi mentor. Era querido. Ahora nadie lo recuerda por todo lo que logró.
Si pienso en la felicidad, casi siempre hay aplausos.
Recuerdo las veces que gané, las fiestas a las que fui, lo que significaba mi presencia en un lugar; aunque fuera joven, apenas un adolescente, le ofrecía al mundo nada menos que mi libertad y mi excentricidad. Pero en el amor fue distinto.
Cuando conocí a Swen Kählert yo estaba bailando. Pensé que los maricos se estaban burlando de mí y cuando volteé estaba Swen Kählert pegado a la pared. Le dije “Guten tag” y empezamos a hablar. Ese día sentí algo increíble cuando llegué a mi casa. Ya el lunes lo había olvidado pero dos sábados después estaba en la disco y de repente me agarró por el hombro mientras caminaba entre penumbras. Empezamos una amistad y yo me enamoré desde el principio, pero no sabía cómo demostrarlo. Nuestra amistad fue hermosa: era su belleza, lo que hablábamos, era una experiencia espiritual; cuando lo veía era como estar frente a una pintura. Yo nunca había hecho la desambiguación entre el amor y el sexo. Él quiso tener una relación sexual conmigo pero yo no entendía. Nuestra canción era “Sugar is Sweeter” de CJ Bolland remezclada por Armand Van Halden. Nuestro vínculo fue tan intenso que un día me lancé por un barranco en el Ávila al verlo; al final fue un rechazo de su parte. Él se fue después de escupirme la cara. Nos escribimos un par de veces y yo logré ir a Alemania. Llegué un día a su casa en Hamburgo. Me presentó a su novio y la situación fue extraña. Le dije que había cruzado el charco por él. Me abrazó tan duro que casi me ahorca. En 2007 vino, pero yo ya había descubierto que tenía VIH. No tenía cara con que ver a Swen Kählert. Después de eso nos alejamos y él desapareció. Yo quedé como en un encantamiento.
Mi amor por Swen Kählert es una causa de pérdida personal, a sabiendas de que nunca, nunca, nunca iba a suceder nada. Tantas cosas me recuerdan a él, aunque sé que nunca más lo voy a volver a ver. Esto significa que ya no estoy dentro de esa situación; los 28 años se van alejando de mí.
Cuando empecé a drogarme fue a causa de la depresión que sufrí por Swen Kählert. Pero él ya no tiene nada que ver con aquello. En esa cena, cuando descubrí que Swen Kählert se había casado con Arnaldo Drés González, alguien que jamás he conocido, empezó un proceso de sorpresa, de admiración, de lucha. Lo que todavía me hace cercano al amor por Swen Kählert tengo que hundirlo en un agua de expiación, porque esto no es acerca de Swen Kählert, soy yo el que se niega a seguir adelante.
La respuesta de hoy ha sido darme cuenta de que mis ocho meses de sobriedad se deben a la manifestación de enfrentar mi depresión gigante que requería de drogas para sedar el dolor que sentía. Cada día que gane va a hacer que me encuentre con mi yo superior y cada día que avance en sobriedad, limpieza y claridad mental será un paso para encontrar a mi alma gemela.
Ahora tengo un compromiso: ser perfecto, trabajar para ser una persona perfecta.
Con la certeza de que soy perfecto voy a encontrar a mi alma gemela, para la cual yo soy perfecto. Los golpes me recuerdan la naturaleza de mi vida. Pero ya no quiero que sea así. Quiero algo más.
Este capítulo empieza el 4 de noviembre de 2022: el primer día que fui a una reunión de Narcóticos Anónimos del grupo Libertad, mi primer día de sobriedad. Ese día pasaron muchas cosas, pero la más importante fue que me acosté y me levanté con ganas de salir a pedir dinero para fumar piedra. No lo hice. En cambio, me acerqué a la reunión. Desde entonces no he tomado, no me he drogado.
También podría empezar desde otra fecha: 11 de diciembre de 2021, a sala llena en el Rajatabla, una sala de teatro icónica de Caracas. Había montado un monólogo teatral llamado Stayfree con la ayuda de Natán Velázquez, Francisco Aguana, Sanguino Music Show y la dirección de William Cuao. El monólogo eran revelaciones con música y había una guiatura teatral de todo lo que me había pasado hasta el momento. En la obra narraba mi vida como si fuera un cuento, era una experiencia orgánica. Fue un éxito total, con aplausos ingenuos durante el desenvolvimiento del monólogo y un aplauso final de cinco minutos.
Inmediatamente salieron propuestas de montar ese monólogo en varios lugares de la ciudad y me llené de mucha esperanza. Pero en ese momento también estaba consumiendo. Yo lo que quería era hablar del dolor. Meses antes había tenido una revelación: era el montaje de un monólogo mostrara a alguien vivo con VIH, contando sus aventuras y desventuras. Empezamos el montaje de Crackhouse, una ficción sobre mi persona. El problema fue ese: la ficción.
Yo estaba vivo y contando mi historia, pero esa no era realmente mi vida.
Mi equipo empezó a desestimar todo. Para Natán, Francisco y William yo no era nada. William me conoce desde la adolescencia y nunca creyó en mí. Su predisposición me fue fracturando. Al terminar la función me pagaron 2 USD (en 2021 eso aún era dinero) pero yo estaba molesto, no por el dinero sino porque no hubo una verdadera conexión con las futuras funciones. Hubo un aluvión y una magnífica disposición para seguir haciendo teatro. Pero según ellos, lo que había hecho en el Rajatabla no tenía ninguna línea dramática. Pero yo ya los había visto con el público, aplaudiendo y celebrándome. La desconexión de ellos hacia la propuesta estaba fundamentada en el ego teatral.
Para Crackhouse ensayamos ocho meses. Pero Francisco nunca me entendió y me quiso vender un texto que simplemente no era yo, no era mi historia, no era mi vida. Pero yo quería hacer tanto ese monólogo que me aprendí el 85 % de algo que se sentía como una burla a mi vida. Fueron ocho meses de intenso ensayo: miércoles, jueves, viernes y sábado. No comía durante los ensayos. Yo me iba después a fumar piedra. Mi pensamiento era: Voy a hacer esto, lo voy a lograr, no van a poder conmigo, yo puedo ganar. En ese momento todavía no veía la desventaja de estar drogándome. Odiaba a Narcóticos Anónimos, también quería ganarles. Quería ganarle al mundo.
Dos semanas antes del ensayo general, me hice unas fotos con Violette Bule, que me hizo posar desnudo como la maja vestida y la maja desnuda. Al día siguiente estuve en La Tasquita en Chacao en la despedida de Violette con Apolonia Knox, una cantante de rap con quien estuve en Hamburgo, y hablamos de Swen Kählert, el amor de mi vida. En esa conversación me enteré de que Swen Kählert había venido con Arnaldo Drés González a arreglarlo todo porque se iban a casar. Swen Kählert era parte del monólogo, igual que era parte de mi vida, y cuando hice su parte en el ensayo empecé a llorar. Natán se conmovió. Me dijo que mi vida daba para una película. Que mi vida tenía que salir del teatro.
Al día siguiente presentábamos en la Sala Plural del Trasnocho Cultural, una de las salas más importantes del país. La gente que fue me había visto en el basurero y estaban conectados con mi experiencia de vida. Pero mi equipo les decía que yo no iba a llegar a ser un primer actor nunca. En el aplauso final William tenía vergüenza de mostrarse como director y el día del estreno ni siquiera fue a la función porque tenía otro estreno, una actitud ensayada y aprendida de una cúpula maldita de actores que no van ni a Boconó.
Para la primera función, Natán le mandó una invitación a una influencer que se llama Andrógena. Ella posteó en redes que la función era a las 6:30 p. m., así que a las 6:00 p. m., a punto de empezar, la sala estaba medio llena y la gente se había quedado afuera porque habían llegado tarde. Me dieron 20 USD y me fui a drogar. Los últimos ocho meses fueron una relación insoportable con ellos, tenía que drogarme.
Empecé a apagar luces. Intenté dejar de fumar. No pude. Dejé de hablar con mi amiga Clara. Ahí comenzó a pesarme la piedra. Estaba agotado. No puede ser que me aplaudan por un lado y por otro lado me traten como un piedrero. Me encontré 500 bolívares en la calle y tenía 40 USD. Perdí los bolívares. A las 3:30 a. m. estaba en breakdown total, diciendo cosas solo bajo la lluvia. Me acosté. Me levanté con ganas de salir a pedir dinero para fumar piedra, pero me acerqué a la reunión de las 9 p. m. del grupo Libertad. Eso fue el 4 de noviembre y por eso ahí cambió toda la historia.
Yo no soy Juan Antonio Pérez-Bonalde, que puede datarse como el primer y único de los grandes poetas venezolanos que se sabe, reconocido por la historia, que fue adicto.
Él usaba opio para escribir. Yo no podía drogarme mientras hacía arte. Intenté un par de veces hacer drag drogado y el sentimiento me aplastaba. Siempre esperaba al final, al terminar la función. Siempre era un lugar al que ir después de mostrarme al mundo, un lugar para esconderme de él. Entonces, disminuyó la atención que le estaba poniendo al desarrollo y al disfrute con el público. Siempre quería irme rápido a fumar a mi crackhouse.
El crackhouse que más me gustaba quedaba en Sabana Grande, en una casa de finales del siglo XIX. Un amigo me llevó e hicimos clic. Los crackhouse son famosos y yo le daba glamour a esa casa en particular que tenía unos ventanales enormes y ratas en todas las esquinas. Era una casa de venta de droga, así que había movimiento siempre. La gente venía a verme y a tener la experiencia de drogarse conmigo.
Una vez fui el 24 de diciembre y estuve drogándome hasta el 26. Apenas me fui llegó el CICPC y se los llevó a todos presos. Cuando volví el 27 no había nada. Y allí terminó esa historia. Pero seguía consumiendo en otros lugares: el Callejón de La puñalada, autopistas, hoteles.
Todo lo que vino antes de Narcóticos Anónimos justificó mi llegada a las reuniones, pero también la complicó. Mi relación era enrevesada con los compañeros del grupo Libertad. Yo no los quería. La última vez que fui me dio una psicosis y empecé a escribir a personas de Narcóticos Anónimos. Fue todo tan intenso que me amenazaban como respuesta. Pero ese día llegué y me senté. No sentía sumisión, pero estaba en guardia. Sentí un clic, porque siempre tuve la sensación de que me estaban tratando como un piedrero, pero no me importaba porque quería fumar.
En los años anteriores la gente había visto a Stayfree el artista por sobre el piedrero, entonces la tortilla se volteó, porque comencé a asesinar todo lo que tenía que ver con Stayfree el piedrero.
En la primera temporada en N.A. me llamaba Julián Adalberto, pero ahora lucho por llamarme Stayfree, porque lo que perdí fue a Stayfree. Stayfree no es un personaje, es una propuesta artística que sale de mi mente. Stayfree soy yo.
Comenzó un momento que no es exactamente tortuoso, lo estoy disfrutando, pero sí se siente como un laberinto. Veo el cambio en mi cuerpo. Me siento bien, la gente me sienta bien. A todos la experiencia nos dice que alguien que consume droga es peligroso. Solo que uno sigue siendo ese tonto en lugares inimaginadamente peligrosos. Pero yo ya había estado en la televisión, y no en cualquier programa, en uno de los más importantes de los últimos 30 años de la televisión venezolana.
A mí nadie me creó. La gente ama lo que yo les estaba ofreciendo. Eso fue lo que la gente amó. La gente hace propuestas y hace proyectos para que otras personas amen cosas. Yo no me propuse que la gente me amara y menos cuando un programa que terminó en 2005 lo repitieron mil millones de veces. Decenas de generaciones de niños vieron eso. Y la gente lo veía como si fuera un programa nuevo. Cuántas veces no pasó que yo estaba tranquilo y de repente me empezaban a reconocer y a pedir autógrafos. De eso no hubo regalías, de eso solo ellos, los de Televen, sacaron dinero.
Podría decir que ahora ir a reuniones de Narcóticos Anónimos se me hace útil. Me da una sensación de libertad, un acercamiento a lo que es una vida casi sin pensar demasiado en las drogas. Pero también lo siento como un espacio evangélico, rígido, homofóbico, clasista, violento y poco empático. Por eso creé El show de mi recuperación, donde muestro mi nueva vida, mi nueva cotidianidad y las nuevas cosas que estoy atravesando. Quería hacerlo por Instagram, donde a veces leía comentarios que me dejaban las personas. Me decían cosas horribles, comentarios punzantes que me daban en todas las heridas. El show de mi recuperación también fue la respuesta a todos esos montajes que no eran yo. Nada de eso era realmente yo. Nadie podía realmente verme. Pero El show… es extenso y tiene poder terapéutico. Es como una catarsis y me da la oportunidad de crecer.
Hay algo en el arte que te ayuda a conectar y a entender. Yo recuerdo cuando escuché Home, en la serie Pose. Esa canción hizo que me quedara tranquilo, que entendiera un poco más los caminos que transitamos, hacer las paces con la tierra bajo nuestros pies, el lodo de nuestros zapatos. Es una de esas canciones que me da paz, que me ha ayudado a entender que no estoy solo.
Mi recuperación ha estado marcada por la disciplina.
Ahora voy a lanzar una canción que estoy trabajando con Alexander Hudec y otra canción con DJ Mente, el creador de la música, y escrita por Pri Dontiry, donde hemos alcanzado por fin y para la gloria del fashion un reguetón elegante.
Hudec y Mente me conocen desde los 90, han visto mi sufrimiento y han visto gran parte de mi carrera como artista. El Pri Dontiry aporta una visión distinta para mí: es hetero, vive en Petare, es hiphopero y es el dueño de la Motown Records. Y yo, mi hermana, me siento como Diana Ross. Este momento de sobriedad es el momento de construir estas canciones sin fantasmas, al igual que esta entrevista. Es el momento de la responsabilidad de la sobriedad mental.
Siempre estoy contando los problemas que tuve con la gente. Pero el problema no era la gente. El problema era que yo me quería ir a fumar y me resentía enormemente que ellos supieran que yo estaba fumando crack.
Mi esperanza es saber que yo no voy a tener ese problema ahora ni con Alexander Hudec ni con nadie que me apoye en mi trabajo. Encontré también un testimonio de un adicto holandés en el libro azul de Narcóticos Anónimos y voy a interpretar esa historia. Se llama Sandwich. Es una experiencia muy bonita, tajante. Lo que me duele es que no es mi historia. Aunque después de conocer a Pedro Lemebel puedo entender el magnífico don de ser otra persona en el escenario. La magnificencia del legado de Lemebel es que él pudo hacer de su leyenda personal una desambiguación de su legado en el escenario. Para mí siempre fue sencillo ser lo mismo dentro y fuera del escenario. Pero ahora mi talento se medirá por cómo soy Stayfree en la vida real y cómo es Stayfree bajo la luz de un escenario.
Voy a empezar a trabajar en ello con un bailarín de danza contemporánea, Brian Landaeta, porque en este momento de mi vida es imperativo hacer, adelantarme, crear, exponerme, ser el artista que soy a pesar de los obstáculos. El talento es un regalo del creador y hay que administrarlo. Mucho tuve que buscar la asistencia de un director hasta que llegué a Jean Helmuth, con quien en una larga entrevista hablamos seriamente de mi relación con los personajes anteriores. El reto es poder desarrollar Sandwich de una manera en la que no tenga que gritar a los cuatro vientos las desventuras descosidas de un proyecto que falló por mí.
Sandwich empieza con un video de Gabriel Pizzani, luego viene una pieza de danza en la que hablo de que casi nunca fui brillante en el ballet clásico, que tengo 46 años, que tal vez nunca fui brillante como bailarín contemporáneo, que tengo VIH, que me enamoré de un tipo que nunca me quiso, que me han pasado cosas difíciles y soy un adicto en recuperación.
La gente habla de los signo Leo y su ego. Pero los Aries tienen una misión: el kabbalah los llama los niños del universo. Nosotros estamos encargados de sembrar la semilla de cada signo. Mi mamá es Escorpio y Madonna es Leo. Somos semilla, origen, inicio. Durante todo el trayecto que he estado haciendo hasta acá he pensando mucho en el ego. El ego es esa cosa que está dentro de mí, que pareciera que es mi alma, pero no lo es. Es como un cristal que se fractura y se rompe. Yo me convertí en Stayfree porque unos amigos en 1991 me pusieron ese nombre. Hoy es un día histórico en mi vida y tiene que ver mucho con mi esfuerzo personal, mis errores y otras cosas que no sé descifrar.
La descifro mientras me siga atravesando la vida.
Testimonio por Stayfree
Facilitación y traducción por Gabriela Mesones Rojo
Edición por Isadoro Saturno y Andrea Paola Hernández
Corrección de redacción y estilo en español por Virginia Riquelme
Corrección de redacción y estilo en inglés por Mafer Bencomo