Ilustración de Rosdalys Tirado
Testimonio de Carli facilitado por Andrea Paola Hernández
I
A veces uno tiene que hacer cosas para sobrevivir. Como el marico Raúl, por ejemplo. Raúl es una caraja bellísima que vive por mi casa. Yo toda la vida he crecido con la gente de por aquí diciendo: Es que yo me seco el pelo con el marico Raúl. Ella es amiguísima mía y un día que estábamos tomando unas cervezas, yo le dije: Madre, yo sé que a ti te dicen Raúl, yo toda mi vida te he conocido es de Raúl porque no tengo otro nombre pero, ¿cuál es realmente tu nombre? Y se ha puesto a llorar. Me imagino que nadie le había preguntado eso antes. Dayana Fontanes, me dijo. Nunca le ha dicho a la gente que no le digan Raúl, que no le digan marico o que seguro le duele. El marico Raúl solo existe para proteger a Dayana. Yo no la juzgo porque no defienda su identidad, a veces uno tiene que hacer cosas para sobrevivir. Le dije que cuando la vea le voy a decir Dayana porque ese es su nombre.
Yo me cansé de ser maestra en la calle. Cuando la gente habla conmigo o me ve en la calle me tilda de odiosa, de arrogante, como si no fuera un mecanismo de defensa. Pero yo le paso al lado a un grupo de tipos por aquí en Caricuao y eso es risa y risa. “Cabeza de micrófono”, “Michael Jackson”, otras vainas horribles que he decidido borrar de mi mente porque no me representan. La gente no me percibe a mí.
La sociedad ni siquiera está preparada para aceptar algo tan tonto como una persona con afro.
Uno no puede estar cómoda o vivir su identidad sin que alguien le falte el respeto. ¿Y sabes qué? A veces yo simplemente no quiero estar escuchando esas vainas. No quiero que nadie me haga nada. Salgo con mis audífonos, maquillada, con mi falda, y nadie me puede hacer nada. No entiendo por qué no puedo estar tranquila si yo no le estoy haciendo daño a nadie.
Cuando me paró la policía me preguntaron a qué me dedicaba. Le dije que era diseñadora gráfica. El policía voltea a verme y me pregunta si soy hombre o mujer. Yo me quedé tiesa. Si le digo que soy mujer, me puede caer a coñazos. Si le digo que soy hombre, no sé. No puedo. Yo sentía que si le decía que era hombre me daba una puñalada yo misma. Me preguntó mi nombre y no le respondí, le entregué mi cédula. Carlos Daniel Robles Peñalver. Ese es el nombre que tengo que llevar sí o sí a todos lados. El año pasado, que estaba tan desesperada porque no tenía trabajo, empecé a aplicar con el nombre de Carlos. Me sentaba en la entrevista y me confundía porque me refería a mí misma en femenino, me costaba decir “él”. Pero ajá, uno lo tiene que hacer pa’ sobrevivir.
II
Mi papá se vino de República Dominicana a Caracas cuando tenía 7 años. Nunca estudió, aprendió a leer en su casa. No conoce los términos, no sabe qué es ser trans. Para personas como mi papá, como el policía, nada más existe gente normal, maricos, lesbianas y putas. Él no me está discriminando a propósito. Hace unos días usó la palabra “transfor”. Y yo la uso normal, de transfor a transfor, pero sé que la gente la usa de forma denigrante. Le expliqué lo que era una mujer o un hombre trans y vi que entendió. ¿Que le va a costar y se le va a olvidar? Es probable, pero en algún momento va a decir “transfor” y se va a acordar.
Cuando tenía 13 años empecé a usar Twitter. Yo tenía una Canaima, madre. Ninguno de mis amigos tenía Twitter, entonces conectaba con gente en internet y hacía amiguitos. Así tuve un novio en Maracay, Ricardo. Un día salí a botar la basura y cuando regresé a la casa conseguí a mi mamá con mi Blackberry en la mano. Se sentó a hablar conmigo. Me dijo que yo podía cambiar, que fuéramos a la iglesia, que si no quería tener una novia. Me prohibieron todas las redes sociales y pasé un año sin saber qué pasaba en el mundo. Mi mamá me escogía la ropa, no me dejaba quedarme sola en la casa.
A los días bajé a casa de mi abuela, que ya estaba clara con lo que había pasado.
Simplemente me miró y me dijo: Tú no puedes ser marico y negro.
Mi abuela es gocha, se casó con un oriental. Mi mamá salió morenita. Cuando se casó con mi papá, claramente salí negra. Ella como que esperaba a Amber Heard. No puedes ser marico porque tienes que ser bonito y tener plata, entonces no puedes ser negro. Y yo, que era negra y que, sin tener las palabras para eso, era trans, pensaba que era lo más horrible. Otro día mi abuela me dijo que no podía volverme mujer porque iba a ser fea. Yo lo único que pensaba a esa edad era: Dios mío, yo no puedo ser mujer porque no quiero ser fea. Ya en ese momento pensaba que yo era lo peor de lo peor.
III
A los 13 años también usaba Tumblr. Tú sabes que ahí se veía de todo. Entonces, como yo seguía puras cuentas como de kawaii y así, me salían chicas con vestidos todos bonitos. Pensaba que me quería vestir así. También veía mucho E! y MTV, que pasaban el reality de Paris Hilton. Para mí Paris Hilton era el ícono de la feminidad. Tanto así que cuando jugaba Pet Society en Facebook, tenía un muñequito que se llamaba Paris Hilton. Desde que tengo uso de razón, cada vez que jugaba un videojuego yo escogía el personaje femenino. Sin querer, siempre estaba buscando representar la feminidad de alguna manera.
Antes las redes no eran como ahora, que hay muchas campañas de concientización y la gente está más informada. En Tumblr era donde veía más guiños de gente como yo.
Veía fotos de tipos desnudos y pensaba: Esto me gusta, y seguía viendo y viendo. Así empecé a relacionar el gusto por los hombres con ser mujer. Lo veía a mi alrededor, mis amigas teniendo novios, las películas. Era la única información que tenía.
No había ninguna película de una negra trans enamorándose, no había ningún negro marico que conociera, el referente que tenía era Glee, donde el único personaje que tenía era un twink blanco (como en 2015 metieron al personaje de Unique que era una trans negra y ni siquiera era un personaje relevante, estuvo ahí como para hablar de la identidad y ya).
Entonces, lo único que veía era que las mujeres se sentaban cruzando las piernas, se peinaban así o se paraban así, pero así como a las mujeres cis se lo refuerzan, a mí me lo hacían al revés. Que no me sentara así, que los hombres no se visten así, los hombres no hablan así, que no hiciera esto y aquello, no. No había muchas opciones. Como el episodio de Jules en Euphoria: nos pasa que queremos conquistar la feminidad a través del hombre. Lo ves en la calle, en el lenguaje corporal de las mujeres, en el culto a los hombres.
Yo siempre me he sentido mujer, lo que pasa es que un día simplemente dije: Me importa un coño, yo hoy voy a ser Carli.
A mí no me gustaba que me metieran en la clase de Educación física con los varones. Yo quería jugar kickingball. No quería pertenecer a la masculinidad, yo hablaba usando “ella”, yo era femenina. Si cierro los ojos, no recuerdo ningún momento de mi vida en el que yo haya sido un hombre, ni cinco minutos. Cuando me vestían de hombre me sentía como una niña tomboy. Lo único que me aterraba era que mi mamá me preguntara si yo quería ser mujer. Me daba mucho miedo esa pregunta y le decía que no, moviendo la mano con las uñas acrílicas.
IV
Carli nació en julio de 2021, justo después del pride. Fue el mismo día que conocí a Andrea Paola. Estábamos en la pauta de Raro It’s Okay (@raroitsok) con Raúl Rodríguez. Cuando me contactó días antes para participar en su proyecto multiformato y me mostró que me iba a poner una falda, me emocioné mucho. Nunca me había puesto una. El día de la pauta llegué tempranísimo y cuando me presenté con Raúl y me preguntó mi nombre, dije: Carli, y soy ella. Mi nombre de usuario seguía siendo mi deadname, nunca lo había dicho en voz alta, pero sentí el impulso y lo dije. Estaba feliz porque era la primera vez que iba a poder hablar de todo esto, pero también porque Raúl me respondió: Qué chévere, bienvenida, estamos muy felices de tenerte aquí.
Me acuerdo cuando llegó Andrea Paola. Me encantó desde que entró. Yo la había visto antes en redes, una maracucha pelándose las tetas en las marchas y haciendo activismo. Ese día casi no hablamos, andaba arrecha porque decía que hacía mucho sol y la producción no cubría el skincare. Lo primero que le dije fue que me encantaban sus tacones, que me los quería poner. Ella me dijo: No, eso es de hembrita. Me cagué de la risa. Ese día hice femme vogue en frente de una cámara cuando aún nadie lo hacía. Creo que ese fue uno de los días más felices de mi vida.
Cuando digo que Andrea me parió, lo digo en serio. Ese día de la pauta nos pusieron en parejas y nos tocó filmar juntas. Yo veo ese vídeo y siento que esa era Andrea pariéndome. Esa fue mi primera aparición como Carli. Le dije al equipo que me sentía cómoda diciéndolo ahí, pero no en la cámara. Me daba miedo por mi mamá, por mi familia. Cuando nos presentamos en cámara dije: Mi nombre es Carlos, y no me interesan las etiquetas. Todavía sigo sintiendo eso de mí. Era muy complejo en ese momento, porque yo soy una persona tan cambiante que no estaba segura de sí al día siguiente me iba a sentir igual. Yo estoy orgullosa de mis etiquetas y las defiendo, pero yo no quiero que me inviten a nada porque soy trans. No voy a ser un token, no me van a incluir por incluir.
El mayor miedo de mi mamá era que por ser marico yo solo iba a ser puta o secar pelo.
Pero es que a mí no me interesan las etiquetas, por eso un día me paré, me volví loca y simplemente era Carli.
V
Después de que Carli nació, me puse rebelde. Fue como que de repente me puse súper defensiva de mi identidad y la tenía que proteger. Acababa de ver la serie de La Veneno y pasé todo mi proceso con ella en la pantalla. Me sentía demasiado identificada con cómo se sentía con todo. Recuerdo que yo veía que sus años felices fueron tan pocos, vi cómo se la llevaban presa, cómo se moría enferma, y pensé que yo no quería eso. En la calle era Carli, pero en mi casa era Carlos. Yo no quería seguir viviendo así, una doble vida; quería ser Carli en la esquina, en el restaurante, en el putero, quería llegar a mi casa y tener esa paz.
Dentro de mi inocencia, agarré, me paré frente a mi familia y les dije que era ella. Yo sabía que eso iba a traer consecuencias, pero tampoco es que fuera un fenómeno. No pensé que me iban a quitar todo.
Tenía un primo que siempre me sacaba lo del cromosoma X y Y pero yo no entendía cómo no podía ver que frente a él había una persona real con sentimientos. ¿Qué coño e’ la madre tiene que ver si tengo dos bolas y un huevo? De pana que no entendía el rechazo. Yo solamente estaba siendo yo.
Ese diciembre mi mamá me botó de mi casa. Yo me había empezado a rodear de personas que me empoderaban y seguía a gente como Andrea Paola. Entonces ya no me quedaba callada. Andrea me abrió las puertas de su casa y me dio la oportunidad de estabilizarme mientras encontraba algo. Lo que no sabía era todo lo que iba a aprender con ella.
VI
La familia es la base fundamental de la sociedad. Cuando en la familia se imparte el respeto, la empatía y todos esos valores que son tan básicos, ni siquiera tienes que mezclar ideologías de género ni ideologías de absolutamente nada. Tu familia es tu primera escuela, donde aprendes a ser humano y a saber tratar a otro ser humano. Pero a veces el amor de tu familia es un privilegio y ese vacío te toca llenarlo con gente que te entiende. Así fui creando mi propia familia.
Yo vengo de una familia maltratadora. Pensé que eso era lo normal, que me pegaran para ayudarme a ser mejor.
Si me pegaron fue mi culpa porque yo me tenía que portar bien, porque eso es por mi bien. Para mí eso era normal. Para mí eso era que mi mamá me quisiera. Cuando me fui a la casa de Andrea Paola no solamente aprendí la importancia de tener una figura materna en tu vida, sino también cómo es el trato normal de una familia: el ambiente, la tranquilidad que sientes, llegar a tu casa y poder ser tú, sin discriminación, abuso, golpes o falta de respeto. De repente aprendí que en la familia no hay odio.
En mi casa vivía como con un campo de fuerza, para que no me hicieran daño por dentro. Cuando yo salí de eso y pasé a vivir con Andrea, empecé a mirar todo al revés. No podía creer que en esa casa la gente se respeta, se quiere, se cuida, se aconseja. A pesar de que no nos une un linaje sanguíneo, nos unen cosas más poderosas: todas las personas que estamos reunidas aquí nos hemos sentido igual con respecto a nuestra identidad de género, nuestro color de piel, nuestro cuerpo. Cuando Andrea empezó a recibir gente en su casa, ese sofá se convirtió en un lugar seguro. Una chosen family.
Aunque ya tenía amistades de la comunidad, mi primera familia la encontré ahí, gente con la que conecté de formas más íntimas que nunca. Antes de eso no había tenido a nadie con quien de verdad pudiera hablar. En casa de Andrea, o cuando conocí a Ada, Jessie, Melanie, descubrí que había gente cuyas historias tenían alguna similitud con la mía, gente con la que podía conectar de verdad y con la que podía apoyar y apoyarme en el día a día.
El día que llegué a casa de Andrea Paola fui al grupo de apoyo de personas trans de SOMOS. Conocí a muchísima gente que estaba pasando por la misma situación que la mía: a todas las habían botado de su casa, todas hicieron una familia por fuera. Ahí entendí que no importa qué tan arrecho se ponga todo, qué tan turbio sea todo en la calle, hay gente que está pasando por lo mismo que tú. Gente que te hace sentir cómoda hablando de estos temas. Gente que te va a dar un abrazo. Y yo agradezco de verdad que yo no recibí nada más un abrazo sino que recibí un hogar, recibí comida, apoyo psicológico, dinero, oportunidades.
Ahí entendí que yo no fallé, no cometí un error dejando salir a Carli porque yo le dije “tienes que estar clara que va a haber consecuencias buenas y malas y tienes que estar preparada para las dos”. Ahí entendí que estoy donde tengo que estar.
VII
Andrea me dio la oportunidad de que tuviera un sitio donde pudiese estar tranquila, donde pudiese estabilizarme para despegar. Por primera vez me sentí que encajaba, aunque realmente no nos conocíamos. Andrea me hablaba de demasiadas cosas, de cómo fue su vida desde que llegó a Caracas a los 16 y todo lo que tuvo que vivir. Yo sentía que mi situación al lado de la de ella era una estupidez, pero también me enseñó a empoderarme. Una vez tuvimos una conversación donde ella me dijo: Si yo miro en retrospectiva cómo estaba mi vida en ese momento y la comparó con hoy, estoy mejor ahora. Eso me marcó mucho. Ahora yo a veces estoy sentada pensando en cómo era mi vida el año pasado y digo: Sí, todo se mejora. Y lo más importante, a veces las cosas no se empeoran por quien eres o por tus circunstancias, a veces las cosas empeoran porque empeoran, pero tengo las herramientas para salir de eso.
Andrea no solamente me enseñó muchísimo, también me hizo sentir muy amada. Hoy, día a día, pongo en práctica las cosas que me enseñó. Era ella la que me hacía sentir en casa, haciendo el papel de madre. Su ayuda, su asesoría. Yo salí de mi casa completamente desinformada del mundo. Si no hubiese tenido el privilegio de conocer a Andrea, creo que estaría muerta en la calle. Con Andrea aprendí a aplicar a trabajos en internet, a no pararle tanta bola a lo que hablan en las redes. A tener cuidado con ciertas conductas de la gente. A no ser tan impulsiva con los gastos. Gracias a Andrea conocí el verdadero amor de madre. Cuando hacía reuniones en la casa y convertía todo el ambiente en familia, aprendí cómo era ser feliz.
También me enseñó que la felicidad no tiene que durar para siempre para que sea felicidad. Sabíamos que era temporal. Yo me quería quedar a vivir ahí para siempre, como en Barbie. Andrea siempre me decía que ni siquiera sabía hasta cuándo podía pagar el apartamento. Se tuvo que ir del país. Cada vez que camino por Altamira y veo la puerta del edificio sé que esa felicidad sigue viviendo en mi corazón. Esa sensación de confort mezclado con sentir que aquí nada malo me va a pasar, que me voy a reír y voy a descansar, que Andrea Paola me va a regañar por algo, pero ese regaño no es feo, es un wake up call que me hace sentir empoderada. No me va a decir que no me siente así y voy a estar bien. Esa sensación de protección, de tener una mamá que lo sabe todo, que no importa si no le crees. Es que cualquier cosa que yo diga en palabras es insuficiente. Quisiera poder abrirme el corazón y que lo veas.
Andrea fue la persona correcta porque también me ayudó a sanar la relación con mi mamá, y yo necesitaba eso. Me hizo entender que si nuestra relación iba a ser diferente tenía que empezar por ser diferente yo y comenzar por mí, por sanarme yo. Yo no quería seguir con ese rencor. Ella vino como Doctora Familias y funcionó. Me tenía que poner grosera porque sentía que era la manera de defender a Carli, pero ya no. Ya no tenía esa necesidad de castigarla, de que sufriera. Sé que lo hacía porque ella creía que me estaba protegiendo, porque me hablaba de los maricos de por la casa que conocía, como queriéndome decir que ella quería que yo fuera más que eso. Ahora le quiero hacer entender que seguro lo que les faltó a esas personas fue una familia que las apoyara.
Ella ha cometido sus errores pero eso es humano. Ya no le pido que me respete, ahora le enseño a respetar.
VIII
Yo he admirado toda mi vida la cultura ballroom. Crystal LaBeija (que básicamente inventó las houses y es la más legendaria de las madres) tiene una frase que dice que ella decidió convertirse en la madre que a ella le hubiera gustado tener. Por eso, en algún momento me gustaría servir así sea de mentora para alguien que esté pasando por una situación como la mía, algún descubrimiento de su identidad. Hay momentos, sitios a los que llegó donde digo: A mí me gustaría ser la Andrea de aquí.
Yo tengo una amiguita que vive aquí en Ruiz Pineda, en un barrio enfrente del mío. Se llama Miranda. Me acuerdo que la conocí porque un día la vi en Grindr y pensé: Ay, dios, qué hace ella aquí, esto es una zona muy peligrosa para ella. Le escribí y nos pusimos a hablar. Le dije que pasara por la casa a tomar café con unos amigos. Desde que entró por la puerta la percibí como una mujer, pero cada vez que hablaba de ella misma se refería en masculino, y era rarísimo porque es un mujerón. Lo primero que pensé fue que solo tiene 18 años.
Me senté a hablar con ella. Nunca había escuchado la palabra “misgendering”. Le dije: Madre, mira, yo sé que en tu casa te deben hacer misgendering; es un proceso difícil porque no es que de un día para otro te van a llamar por tu nombre y ya, pero tú tienes que defender tu identidad. Le pregunté si en su casa era un problema cuando se refería a sí misma en femenino y me dijo que no, que hasta su hermanita menor la defiende cuando no la llaman Miranda. Pero cuando la conocí, sentí una necesidad como de salvarla. La veía y lo que pensaba era que esta niña no sabe ni dónde está parada. La veía y veía a la Carli de 2021, en Grinder, cogiendo con cualquier tipo, buscando el peligro, buscando conquistar la feminidad a través de que un hombre te diga que estás bonita.
Le pregunté que cómo se sentía cómoda que la llamaran y me dijo: Miranda, y en femenino. Le dije que eso era lo que ella tenía que decir de ahora en adelante, donde sea, sin faltar el respeto ni nada, pero también dando a entender que ella es un ser humano y que ser trans es solo una de las cosas que ella es, que eso no puede ser algo limitativo. Ser trans no tiene que ser el membrete de su currículum, pero sí es importante.
Su mamá es full receptiva con ella. Vende ropa en Plaza Venezuela y toda la ropa de Miranda se la ha dado su mamá. Igual le dije que yo quería ser su madre, que en mi casa podía estar cuando ella quisiera. No sé cómo explicarlo, pero desde que la vi sentí una conexión con ella. Para mí es muy importante enseñarle a alguien más todo lo que yo he aprendido, lo que me ha enseñado la vida, Andrea, incluso la misma Carli. Siento que ahora tengo la información correcta para que esa persona de verdad se sienta reconfortada y que tiene a alguien para cualquier vaina; así sea que Miranda ande en la calle y no haya comido. Bueno, que sepa que en mi casa tiene un plato de comida. Porque la entiendo, porque he estado allí, porque fui una irresponsable, porque me regañaron. Porque tuve una mamá y eso cambió todo.
Testimonio por Carli
Facilitación y traducción por Andrea Paola Hernández
Edición por Isadoro Saturno y Gabriela Mesones Rojo
Corrección de redacción y estilo en español por Virginia Riquelme
Corrección de redacción y estilo en inglés por Mafer Bencomo